
PRETENSIÓN ESPIRITUAL





Hay una confusión básica al querer volverse “alguien espiritual”. No se adquiere en seminarios holísticos, ni tras años de estudios místicos; no ocurre por iluminación, ni es un legado familiar. Yo fui al desierto con las ínfulas de serlo y el anhelo de confirmarlo, pero el entorno me obligó a trabajar mi consciencia para poner los pies en la tierra, recibiéndome con un concierto coral de coyotes que destapó miedos bastante tangibles.
Lo mencioné en la introducción a esta Temporada y lo sugerí al preguntarme, llegando a vivir en desierto, “¿Qué carajos hago aquí?”. Al entrar a casa de Renato conocí a sus hijos y pareja, su aprendiz artesano y una visita de Monterrey con planes de salir a buscar peyote en su Jeep. De noche en la reunión, yo estaba absolutamente pacheco; salí a orinar, sentí frío y oscuridad en ambos ambientes, comenzaron los aullidos y un ataque paranoico me convenció de haber tomado la decisión más estúpida en mi vida.
Sin éxito, intenté disimular la pálida al entrar (me pongo amarillento) y mi ansiedad en los primeros días. ¿Por qué -carajo- quise confrontar mi generoso estilo de vida, trabajo y relaciones de San Cristóbal? Por la chaqueta mental de buscar una iluminación del destino. Renato me calmó entonces, criticando esa pretensión hippie-fresa de creerse muy elevado sin antes tocar tierra; y yo entiendo ahora cómo proyecté en el entorno mi temor a lo desolado y desconocido, a lo imponente e incómodo, al sacrificio y la realidad salvaje.
Esa confusión básica en mis objetivos es tema del post sobre perder la inocencia del chavo citadino de escuela fresona. También lo es el cuánto me hubieran servido entonces las enseñanzas de mi M. Uru, para no culpar o tomar a mal las rudezas del proceso (“El pedo, soy yo”) y entender que no se trata de ser más espiritual, sino de hacer consciencia (observarse, asumir responsabilidad y tomar acción).
Darse cuenta para mejorar. Desde dejar de patear al perro o ahorrar agua, hasta comprender el sistema de clases o, básicamente, ir al psicólogo y trabajar desde adentro. En ese rango y sin saberlo, elegí circunstancias que me enfrentaran con mis máscaras de personalidad, con la necesidad de aterrizar mis acciones y con realidades crudas que hacen valorar la propia. Me trepé al péndulo, pues, para conocer mis extremos y asumir los vaivenes hasta tocar centro.
Nada de eso me vuelve más espiritual. Todas las personas lo son en la misma medida, que es esa chispa de divinidad llamada Espíritu. En cambio, uno sí puede volverse más consciente. Eso es lo que nutre el Alma -psique- elevando sus alcances para evolucionar, según la creencia, a nivel humano, al reencarnar o en su acceso al Cielo. Propiciar esa labor de darse cuenta y mejorar, es la base que distingue un camino de conocimiento serio, desde un seminario de meditación hasta iniciarse en círculos gnósticos, mágicos, tradicionales o incluso, de Alcohólicos Anónimos… Esos sí son de procesos rudos.
En familia, tomé clases de esoterismo y hermetismo, por fuera otras de Kabbalah o religiones comparadas; pero lo que me ha hecho más consciente son mis terapias, mis viajes físicos entre la gente y los psicotrópicos como trabajo interno, o confrontar mi pretensión espiritual con la inocencia de temer a los coyotes, para poder comprender ahora los extremos del péndulo en la banda hippie-rainbow, pachamamers, namaztecas o incluso, cristianos conversos… Los de algunos, también muy rudos.
Asumir la relevancia del “Conócete a ti mismo” para tocar tierra, es la forma de evitar las pretensiones superfluas del pensamiento mágico New Age (utilitario, individualista, de consumo). Su uso de la palabra “espiritual”, que engloba los diversos misterios del mundo -lo “místico”-, genera parte de la confusión. Hay quien domina disciplinas trascendentales o despierta facultades psíquicas, con la legítima idea de vender seminarios o ganar poder sin interesarle su evolución o el servicio. Aunque vibre en frecuencias bajas, basta esperar a morir para volverse más espiritual.
Mientras tanto, el trabajo de vida es reconocer y corregir defectos para adquirir sensatez. En mi caso, no se me ocurre sentirme muy elevado, notando en mis bajoneos cuánto falta por aterrizar (vicios, desidias, conflictos de comunicación). Mi entendimiento de lo aprendido en temas místicos, me ubica apenas como guía más que Maestro (M.); me sigo columpiando en chaquetas mentales, pero atento al mensaje coral de los coyotes; y entiendo que no me interesa alcanzar la iluminación, sino mayores entornos de libertad.