
CONTENER EL VICIO



Este es el primer post que escribo sin echar cigarro, café o un toque de mota. Desde antes de empezar el blog me había valido madres limitar mis vicios, al puro estilo del periodismo Gonzo de Hunter S. Thompson, pero ahora me contengo no por un tema de salud ni el deseo de eliminarlos. Se trata de un experimento de abstinencia radical de mis estimulantes externos, para descubrir quién soy y cómo funciono sin ellos.
Entre los primeros textos, mencioné que me inicié en las drogas con mariguana, como suele suceder, aunque fue bastante fresa por influencia de mi padre y la campaña ochentera Di NO a las drogas. Ampliando el tema, pasé mi niñez pegado a la televisión, llevo tres cuartas partes de mi vida usando café y tabaco, bebí mucho alcohol en la prepa y la carrera, mas lo fui dejando al entrarle a la yerba en San Cristóbal hace ya 26 años (media vida, justito).
También escribí, sobre mi consumo de drogas, que no me gustaron las químicas al entender la diferencia con las plantas de poder; por eso evitaba fumar mota como muleta creativa, porque divago mucho al leer o escribir. Sin embargo, al final me acostumbré a hacerlo de manera mecánica, olvidé la intención de canalizar sus efectos, y ya me estaba echando al día un par de churros, unos diez cigarros, dos termos de café y al menos cinco horas de pantalla ociosa (TV, Netflix, redes sociales).
Es fresa comparado con otros casos, pero bastante a mi nivel. En estos últimos tres años de bloguero, justifiqué mi valemadrismo por una intensa carga emocional que no me dejó el ánimo para contener mis vicios. Ahora puedo intentarlo porque “No es lo duro, sino lo tupido” y al tener cierta resistencia a las sustancias, ya sea por metabolismo o terquedad mental, que quizá me ha librado hasta hoy de caer en enfermedades o adicción.
El experimento comenzó con un mes de desintoxicación sin azúcar, lácteos, harinas y tomas de cloruro de magnesio, agua salada y zeolita -mineral absorbente-. Luego, la primera de cuatro dosis de ivermectina –desparasitante- y un viajecito de hongos el mismo día, para darme la fuerza de comenzar la abstinencia de malos hábitos: Café, cigarro, mota, alcohol, tele y redes. Al publicarse el post estaré por cumplir mi tercera semana y pienso durar así al menos otras tres, antes de permitirme algunas licencias para medir los efectos de cada cosa.
Intento suplir los estimulantes externos con otros más internos como meditar y leer, retomar la guitarra y anotar mis sueños, pedir apoyo a la banda y al psicólogo, ir al parque descalzo y abrazar árboles cual pinche hippie. Por ahora, sólo he cedido en ver The Big Bang Theory para reír un poco, porque el bajoneo alterna a cada rato con el mal humor. No siento más energía, sino una sensibilidad latente, mal dormir y somnolencia diurna; ando suelto y gaseoso del estómago, me impacienta olvidar y tirar cosas tan seguido, siento dejar algo inconcluso cada día, todo se recrudece por las noches y, curiosamente, lo que más extraño es una galletita de chocolate, sin ser alguien afecto a los postres.
Aunque antes hice ejercicios similares, nunca fueron tan radicales. En especial con el cigarro, reduciendo el hábito en situaciones, cantidad o periodos, pero es re fácil recaer y no sirve si se desea dejarlo. En Huautla pasé un mes sin tabaco ni mariguana, para cerrar el trabajo con los honguitos y ver si influía en los viajes, mas no sentí cambio alguno. Igual he pasado largos periodos sin comer carne ni tomar una cerveza, pero la verdad, no tengo la intención de erradicar mis vicios, sino acaso mantenerlos a raya.
Insisto en que mi consumo, el experimento y sus malestares, no están en el plano de lo duro, sino de lo tupido. Asumo mi dependencia en hábitos o sustancias para sentirme más despierto, estimulado, sociable o entretenido; no obstante, escapo de la adicción al mantenerme en control en cuanto a urgencia de dosis, síntomas físicos, conducta social o distorsión del pensamiento. Sigo siendo fresa, pues, sin comparación con el autoengaño del adicto funcional, el delirium tremens del alcohólico o la necesidad de ser anexado por abuso de químicos.
Este primer post escrito en abstinencia tiene poca relación con San Crisis, excepto por los signos de adicción entre la banda, tanto en divertidas anécdotas de atascado desmadre como en hechos tristemente presenciados. El robo de la tele de los Chombillos por unos gramos de coca, una guapa italiana ligando a cambio de cerveza, una pareja alcohólica discutiendo a golpes, niños perdidos en solventes y viejos en sus delirios, o activistas feministas seducidas por artesanos traficantes.
Allá conocí los extremos que no me atreví a tocar, así como la fugaz superioridad del ego en la coca, las bondades de la mota y los honguitos, barrios inhóspitos deambulando en borracheras, y una buena gastritis por litros de café. Nomás de acordarme, se me hacen agua la boca y los pulmones. Asumo sin orgullo el cinismo de no querer erradicar mis vicios, pero no me engaño creyéndome capaz de controlar su influencia ni el consumo.
Acepto que sería conveniente hacerlo, sobre todo como sanador en un canal más limpio en lo energético. Quizá eso venga después de conocerme en lo físico y mental sin sus efectos o al usar las sustancias con respeto a su espíritu; un ejemplo es dejar el tabaco industrializado por uno artesanal y la maña de fumar después de cada comida. Si bien el experimento para modificar mis hábitos no me libra de recaer, podría darme la conciencia de integrarlos como parte de un Gonzo más moderado o de plano en cínico valemadrismo:
“La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo con un cuerpo bonito y conservado, sino más bien derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta: ¡Uf! ¡Vaya viajecito!”
-Hunter Stockton Thompson (1937–2005)-




