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RECIBIR DONES

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Este es de los temas intrigantes en torno a la magia de los hongos y sus curanderos. Aunque mi experiencia no me vuelve uno, alcanza para dar una interpretación al fenómeno de viajar, soñar o heredar cierta especie de facultades. Conviene ser discreto en las mías, pero ya he dado detalles sobre la certeza psicodélica de recibir enseñanzas sutiles y saber distinguirlas de una mera proyección del inconsciente.

En el texto sobre recibir regalos, te conté cómo percibí el don de ser “chupador” y una demostración espiritual del poder de succionar un daño energético. Sin ser lo mismo, veo este don como un regalo práctico de servicio, a diferencia de los físicos o simbólicos para mi trabajo personal: Una víbora me permite sembrar honguitos, la frase de un duende que abre mi intuición, unas aletas del mar, unos cuernitos de lo oscuro, los tótems en mi altar, los cantos y remedios tradicionales de mi M. Aurora.

En ese post, dije que sería más fácil describir mis viajes en vez de estas facultades. Sin embargo, doy detalles del curandero chupador al escribir sobre las limpias prodigiosas del mara’akame wixárika, Juan López, o algunas chinej mazatecas; y también, en otro texto, distingo en general la manera de recibir estos poderes, el mago a través del conocimiento y los brujos que nacen con ellos. Ambos pueden aplicarlos en bendecir y sanar, o para causar dolor, enfermedad, accidentes, pesadillas o incluso, meter animales en la gente.

Aunque podrían incluirse los dones de la palabra, para las matemáticas o del oído absoluto, resultan más intrigantes aquellas virtudes que clasifican a un curandero como chupador, hierbero, sobador, granicero (controlan el clima) o pulsador (leen el pulso), entre otros. Una mujer me contó haber tenido sueños terribles con la misión de arreglar personas desmembradas, hasta que el paciente resultó ser su hijo; sin dudarlo, aceptó corregir su cuerpo y el don de ser huesera, a pesar de no agarrar el oficio.

En varias sesiones con hongos he visto gente, más de pueblo que citadinos, ponerse a escupir o quitarse de la piel una serie de insectos y gusanos figurativos en actitud de asombro y liberación. Yo mismo los vi salir de mi cuerpo, los limpié con plumas o copal, también soplando o riendo de ellos, y todo esto me hacía salivar como el perro de Pávlov. Lo curioso fue cuando mi M. Aurora interpretó algunas de mis visiones, como el poder de sacar las aguas y los bichos.

Muchas veces me daba por sudar, moquear y, sobre todo, babear en estados de éxtasis y estupidez. El mismo honguito me indicó permitírmelo en el viaje número 22, salivaba en cada proceso de limpia, sentía urgencia de escupir luego de chupar un daño y siempre que aparecía algún tipo de bicho. Una vez muy especial (No 57), vi una anciana al lado de un río disolviendo mis emociones negativas en jícaras con agua; cada una me costó siete mil pesos -figurativos-, pero después me dijo cómo aplicar su técnica en mis terapias.

Al comenzar estos viajes, vi cual insectos en mi cabeza los pensamientos enredados, obsesivos, preocupados; y en dos ocasiones, vi sombras salir serpenteando de la almohada y mi computadora. Una noche supe cómo usar un chiflido para atraer bichos hacia un papel con polvo de San Pedro (No 71), y en otra (No 66), pude diferenciar varios tipos de gusanitos, gordos, largos, negros, ácidos o viscosos, que de pronto se disolvían con una efervescencia.

Aurora me explicó cuáles indican rencor, envidia, dolores o enfermedades si tienen patas o alas rotas. Dijo que los animalitos se sacan ya sea chupando, mordiendo o soplando ciertas partes del cuerpo (si hay telarañas, sólo se jalan). Me contó de su marido, otro curandero poderoso, quien tenía el don del agua divina para extraer bichos, venenos y el líquido que estorba en el cuerpo. También he visto realizar succiones a través de plumas -muvieris-, huevos, tubos o con buches de agua cuando se percibe un daño grave.

Tengo más ejemplos de facultades obtenidas, mas no las menciono porque igual sí son proyecciones de mi inconsciente y por la discreción que el tema requiere. No intento ser intrigante. Al parecer, hablar de esto abre una vía vulnerable para ataques de otros brujos, algo señalado con mucho énfasis por mi M. Aurora y evocado por Juan López como “flechazos” que se tiran entre ellos.

Ya tenía admiración por su don de chupador desde antes de recibir el mío, pero puedo distinguirlo de una proyección, porque no involucra al mara’akame con la prueba espiritual que me succionó un dolor ancestral. Sé que los viajes con honguitos pueden ser una puerta a la magia, para quien se compromete a asumirla y cultivarla, tanto como una manera de revelar las virtudes inconscientes de nuestro verdadero ser.

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Curador editorial: Alex Ayala - Diseño y programación: Daniel Botvinik Dbcom - Ilustración: Alejandro Gutierrez "Choco"

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