
DOS REGALOS FEMENINOS



Las cosas más bonitas que nos pasan, están llenas de significados. No siempre se revelan de inmediato, pero se siente que conectan con otras cosas y no son por suerte o a causa de algo. Igual hay sincronía en situaciones intrigantes por sus señales, o en las retadoras como pruebas. Yo recibí dos tiernos regalos en el desierto, para estimular mi trabajo personal, y ambos me hicieron mucho sentido desde sus nombres.
Luego de enfrentarme en San Cristóbal, con ciertos patrones de mi relación en pareja y dos intentos fallidos por remediarlos, la idea de vivir un rato en aislamiento parecía una buena manera de asimilarlo. Pasé tres meses de intenso trabajo físico en Potrero, fui a casa en Navidad y regresé decidido a quedarme sin tiempo fijo; aunque iba algo temeroso, porque ya conocía el reto por venir, de adaptarme al lugar y a la soledad en lo emocional.
En eso, el autobús se detuvo pasando Matehuala y subió una linda muchacha. No había lugares cerca y yo estaba al frente, disimulando mi fortuna, junto a un asiento vacío. Mi timidez no tuvo pretexto de evasión; hablamos y reímos de camino a Cedral donde, según creo, hacía sus prácticas médicas de Servicio Social. Me dio su teléfono para echarnos un café y planear una visita a Real de Catorce, muy interesada en conocer Potrero también. Se llamaba Consuelo.
Quizá le llamé en tres o cuatro ocasiones desde la cabina del pueblo, porque recuerdo algunas pláticas amenas, una donde se frustró un plan de café y cuando ya no la encontré en ese número. Nos abrazamos con gusto en el pasillo y a veces al enfrenar, me contó que volvía a casa, nos tomamos por ratitos de las manos, bajé en Matehualagusto en el pasillo y a veces al enfrenar, me contó que volvía a casa, nos tomamos por ratitos de las manos, bajé en Matehuala y ella siguió su camino a San Luis Potosí.
Con su nombre en mente pasé mis meses y con su historia, todos estos años. El esfuerzo de adaptación al vivir en desierto incluyó la talacha física, la vida de campo, una dieta sin carne, la pacheca constante y una vida social limitada a la familia, al vecino Beto y unos pocos artesanos. Además, estuve mucho tiempo solo, cuidando la casa y luego el terreno de Renato, mientras añoraba a mi querida banda de SanCris, sus reuniones, los bares, la empatía, el ligue frecuente…
Estando allá, una amiga me presentó a una guapa pariente de visita y nos gustamos de inmediato. Coincidimos en un café y en una fiesta; luego en gustos, temas de interés y en intenciones. Supongo que la pusieron sobre aviso de mis patrones de coquetería, porque nos entendimos sin discursos hechos ni promesas a futuro, en una breve relación de fluida claridad. Se llamaba Blanca.
De nuevo en Real de Catorce, estaba un sábado vendiendo mi artesanía, cuando una cliente pregunta mi nombre con sorpresa y veo a Blanca alejándose de un grupo de turistas. Nos abrazamos con tal gusto, que casi caemos en la calle de piedras; platicamos hasta que fueron a buscarla, regresó luego a comprarme unas piezas y quizá cambiamos teléfonos. Terminé el día, crucé el túnel para bajar cabalgando a Potrero (acá, bien machín), y en eso, la oigo gritarme desde el estacionamiento. Ella bajó de su transporte de vuelta a casa, yo del caballo, y corrió a plantarme tremendo beso que blanqueó toda la pena de mis meses en soledad.
Mientras escribía estas líneas, Facebook me puso la primera publicación de Blanca en años; y hace unos días, tuve un viaje en hongos de absoluto Consuelo en un largo proceso de duelo. Aunque ya tenía el post programado, no me extraña atraer la coincidencia y tampoco veo caso en significarla. Serían las ganas de encontrar en una sincronía, la esperanza de un contacto motivador o, con suerte, la de un beso furtivo para un reset emocional.
Mis regalos más bonitos del desierto, tienen nombre y significado el mencionarlos. No será igual en otros posts. En aquel tiempo, así revelaron su estímulo para mi proyecto de vida y me hicieron sentir muy conectado con su progreso. Aún ahora, al escribirles y nombrarlas, siguen teniendo reflejos que hacen mucho sentido en mi trabajo personal. Si a alguna de ellas le llega este texto en sus redes, queda invitado otro café.