
LA DUDA



Con este post cierro la Temporada en Potrero, porque el tema refleja mi vida en el desierto al respecto de su soledad, los retos del entorno y ser un terreno poco fértil. Y también coincide con estar cerrando ciertos procesos de incertidumbre. La duda es una constante en mi historia y en este blog, desde la razonable o curiosa ante toda clase de conocimiento, hasta aquella que paraliza o distrae la intención al llevar a cabo las decisiones.
Pasar un año en Potrero me hizo cuestionar todos mis sistemas personales: De clase, creencias, privilegios, defensas, productivos. De hecho, comencé preguntándome qué carajos fui a hacer al desierto, lo cual he mencionado en la introducción y tres textos más. En éste voy a hacer varias referencias, incluso a posts de otras Temporadas, porque al escribirlo encuentro un nuevo sentido en mis sospechas comunes.
En especial, la duda remite al texto sobre perder la inocencia de mis esquemas y máscaras aprendidas. Confrontar mi realidad de fresa citadino con la del campo, hizo evidente cuánta falta me hacía tocar tierra en función de desarrollar capacidades de subsistencia, de soltar mis pretensiones espirituales pachecas, o de adoptar actitudes y creencias ajenas por la necesidad de encajar.
También viene al caso el post sobre el lavado mental, al que siempre estamos expuestos en alguna medida, porque cuestiona si podemos ser libres bajo la influencia de todo tipo de ideologías, tendencias, discursos mediáticos y hasta de patrones familiares. Nadie se salva de vivir cierto grado de manipulación, ya sea coercitiva o por ponernos “de pechito”, lo importante es preguntarse por qué y hasta dónde lo permitimos.
La duda es como el desierto por la soledad que implica el decidir. A veces conté con ayuda, por ejemplo, al elegir vivir en San Cristóbal y no en Monterrey, pero en general hay un factor de inseguridad que suele llevarme al aislamiento. Desde ser algo tímido para el ligue o inhibir mi postura ante figuras de autoridad, hasta otras manifestaciones de indefinición vocacional y en mis relaciones de pareja, explicadas en los posts “Gozar al ser” y “Tres mujeres objeto”.
La duda se parece al desierto por los retos de un entorno incontrolable. La reconozco de pronto al desconfiar de mis capacidades, mi discurso, las bases de lo que creo; la aplico por hábito en lo que aprendo y con gusto contra los sistemas sociales, la siento como angustia al enfrentar una falsa dimensión de lo externo, y escribo sobre el aprendizaje de integrarla en el largo proceso para “Descubrir lo mío”.
La duda es un desierto interno, un campo infértil para desarrollar mi potencial. Acepto el temor de asumir ciertas responsabilidades cuando escribo sobre “Mis loqueras”, el hábito de divagar en varias formas de “Chaqueta mental”, y los viajes psicodélicos que sustentan mis respuestas existenciales en “Ser Voluntad”. En este aspecto, el trabajo interno con las plantas de poder es donde he encontrado mayor claridad.
En especial, me gustan los honguitos porque siento que dan certeza a cuestiones básicas en cada persona. Con la intención correcta, el inconsciente se responde a sí mismo para confiar en su sabiduría interna y superar la soledad, los retos y la infertilidad de sus dudas razonables, curiosas, paralizantes o distractoras. Podría ser un placebo en el cual decido creer, pero mis viajes le dieron un nuevo sentido al cliché de aceptarme tal como soy.
A veces dudo de mis sistemas, de mi discurso, de la inocencia en mi mente, de las verdades místicas, de mi capacidad y potencial, de haberme animado a desnudar la vida en este blog. Asumo este desierto interno para dar cierre a diversos procesos de incertidumbre personal, así como hago con los textos de esta Temporada porque, en coincidencia, ya no sé si tendría algo más por decir.




