
MIS LOQUERAS



Entré de nuevo a terapia, cuatro meses antes de salir esta publicación. Quería ayudarme a dar un repaso al trabajo interno de casi quince años tras la anterior, pero igual que entonces, decidí tomarla por la necesidad de sobrellevar un duelo. Mientras tanto, sigo sacando conclusiones en este blog y, en consecuencia, aprovecho el post para redondear el tema de la locura, reflejado en distintos aspectos a lo largo de sus tres Temporadas.
En lugar de loco, soy un tipo complejo. Asumirlo e intentar manejarlo durante este tiempo, como explico en uno de los primeros textos, se ha vuelto el verdadero trabajo en la vida. El que hago conmigo para hacerme más sensato ante mis conflictos; entre ellos, varios de comunicación por mi naturaleza rollera, o al cambiar de giro laboral por la terapia alternativa, en busca de una vocación de esas que cargan de experiencia el alma.
Cuando escribo de San Cristóbal como un pueblo de locos, me refiero al modo de entender el concepto y de integrarlo en mi sombra, personificada en sueños por un indigente delirante con retraso mental. La magia centrípeta de la ciudad atrae por igual a gente extraña, pirada y dementes reales, entre quienes encontré un peculiar sentido de pertenencia. Como ya traía ese canal, también la pasé a gusto entre la gente rarita de Comunicación y la Psicología fue mi segunda opción de carrera.
En ese texto menciono algunos personajes, y en varios otros, revelo cuánto aprendí de sus historias a través de nuestra amistad o de la chamba: “La banda”, “El tesoro de Jovel”, “Radio y reportajes” (incluye entrevista con el Licenciado cero), o el “Viaje Espejo” a San Miguel de Allende, donde entendí el aspecto de su potencial creativo al conocer artistas excéntricos y su Desfile de los Locos. Y en la Temporada de Potrero, te cuento del vecino “Beto ‘loco’” y del propio disparate de irme al desierto cuando la pasaba tan bien en SanCris.
También en la de Huautla, hay un post que trata “De indigentes… y locos”; de cómo apesta dar esa imagen a mi sombra, ya sea por mi mente compleja y estilo fachoso, o por el miedo a perder la lucidez, reflejado en su abandono y en algunos viajes con honguitos. Tengo un texto más, sobre ciertas maneras para trabajar conmigo estas rarezas; desde experimentos juveniles como probar la ceguera, hasta otros poco menos radicales, para modificar los hábitos de procrastinar o distraerme en busca de esa vocación de vida.
Eso sí. Dudo que alguna terapia hubiera logrado revelar mi inconsciente, tanto como aquel año trabajándome con los honguitos. Todas las experiencias en mi bitácora de viajes, caben en tres temas: Psicoemocionales (loqueras, pues), de Sanación y Espirituales; el primero, es un profundo compendio de vicios de personalidad, bloqueos de pareja, ansiedades por aceptación, ilusiones de control, muletillas y chaquetas mentales, carencias afectivas, roles familiares, inseguridades limitantes y montones de sus reflejos que no pienso balconear.
Semejante repaso interno, confirma que soy un tipo complejo. Agradezco a mi terapeuta por el término, con más valor existencial al de ser alguien “difícil”, según dos exparejas, o “intenso” entre colaboradores, o el típico tío chiflado para los sobrinos. Quizá en eso radica el haber comido tantos hongos sin quedarme pirado en otras realidades, así como animarme a publicar mis procesos en un blog, a manera de experimento para templar la naturaleza rollera con el compromiso de compartir lo aprendido.
Reconozco desvaríos y delirios. Cometí imprudencias de borracho adolescente, explosiones de enojo autolesivas, confrontaciones donde me salió el diablito y pasé un cuadro depresivo con medicamento psiquiátrico, justo, hace ya quince años. Todo bastante fresa; si de nada me arrepiento en la vida, menos de enfrentar lo oculto en mis profundidades. En su aspecto místico, la locura puede simbolizar una consciencia elevada, contacto con otras dimensiones, el potencial creativo hacia el desarrollo personal.
No creo en eliminar el ego, sino en domarlo. No pretendo cambiar, sino hacerme más sensato -dice el M. Uru-. No busco la iluminación, sino evolucionar mi persona para liberarme de máscaras, carencias y mañas aprendidas… o al menos, saber vivirlas con sentido común. Aunque ese trabajo nunca termina, confieso traer temas pendientes por el temor de enfrentar mi responsabilidad, como al no tener hijos, en la vocación de servicio o por desarrollar mi potencial.
Entré de nuevo a terapia, igual por el bajoneo de terminar una relación. Sin embargo, ya con recursos propios para no necesitar los chochos y con ganas de ir cerrando este largo proceso. De hecho, los nervios por balconearme en este post, servirán en las sesiones. Cualquier persona de ciudad requiere ayuda psicológica, pero no a todas les funciona o no ven sus conflictos como aspectos de sus loqueras. Aún reservo algunas mías para el terapeuta, otras al blog y más quedarán en silencio, nomás porque ya fue mucho repasarlas.




