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TRES MUJERES OBJETO

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Tres mujeres son objeto de toda mi admiración y agradecimiento, por liberar las heridas de mi corazón. Trabajar la coraza que formé durante años en mis relaciones de pareja, fue de los principales motivos para ir a Huautla a explorarme en hongos. Su mágica sincronía femenina en este proceso, puso a prueba mis patrones, supuestos progresos, muchos de mis nudos y barreras inconscientes.

Los primeros seis meses fueron de descubrimientos profundos, con purgas de emociones que no imaginaba traer adentro y el agotamiento de enfrentarlas solo. Algunos temas de trabajo en los viajes, salieron de las notas en mis terapias psicológicas de tiempo atrás, cuando comencé a analizar mis relaciones y pude superar una depresión al enamorarme de la Mujer Sirena.

Ella abrió mi corazón. Acompañó mis procesos desde que murió mi madre y cambié de giro laboral, incluso por más de una década de transformación interna. Es de mi edad y ambos fuimos objeto de nuestros deseos. A pesar de las señales, no percibí entonces su esencia de nereida: atractiva en lo físico, encantadora en su trato, adora el mar y cantar a solas cuando la emoción la desborda… y como no le gustaba mi analogía, la llamo por su nombre en otro post. Con ella aprendí a amar. Nuestras diferencias fueron complementarias, hasta que se volvieron desconfianza por la carga emocional de mis cambios, y fue mejor terminar.

Me fui a Huautla un año después, aunque nos veíamos a veces y me visitó por allá al poco tiempo de llegar. Se animó a probar los hongos y le fue tan mal, como para no querer saber más de mi medicina y distanciarnos un rato. En esos seis meses de soledad y trabajo rudo, un viaje la reveló como sirena más allá de su físico, encanto y gustos; lo refleja en sus formas y conflictos que yo le adoraba, lo entendí en aquello que vio en mí para salir de su elemento, asumí la responsabilidad de soltarla y que buscara en los tritones el amor que no supe liberar.

Así llegó el consuelo de coincidir con la Mujer Arbolito, por amistades en común y al ser terapeuta alternativa. Ella limpió mi corazón. Estaba muy nervioso de iniciar un coqueteo, hasta que ella en su soltura, plantó la evidencia de sentirnos atraídos. Es cinco años mayor a mí y en nuestras semejanzas, fuimos objeto de transformación. Conocía los honguitos mucho antes que yo, las enseñanzas de Gurdjieff y cómo abrazar con su magia de tierra mis vuelos psiconáuticos; sin embargo, esta breve relación debió ser discretísima fuera de casa, por natural prudencia ante el implacable chisme en Huautla.

Viajamos juntos y sintonizados en varias ocasiones. Consiguió a mis primeros clientes para llevar ceremonias e integrar la vivencia, conectamos con energías y familiares fallecidos, me estremecía con sus limpias y mi palabra disolvió algunos de sus miedos. Una vez recitó a María Sabina cuando dice “Soy la mujer aerolito”, y yo le escuché “arbolito”; me enternece todavía la inocencia en su madurez, tanto como duele no haber coincidido en su ilusión de formar pareja. Esa tensión, detonó la defensa de sentirme presionado; apenas tocamos el tema y ella salió un mes del país, mientras yo asumía mi mala actitud ante un nudo repetido en mi historia.

En esos días, conocí a la Mujer Flecha fugaz en una ceremonia de mi M. Hugo, como ayudante y traductor. El apodo no viene de nuestro “flechazo” durante su breve visita al pueblo, sino de la percepción extrasensorial con la que así identificaba su esencia al pasar por este mundo. Ella curó mi corazón. Era una poderosa sanadora a través de la voz, compositora e intérprete, a veces canalizadora y vidente. Le llevo quince años de edad y el encontrarnos, fue objeto de aprendizaje; al menos en mi caso, por cuánto me enseñó su sensibilidad con evidencias, sobre la magia que alcanzo a percibir en los honguitos.

Un problema migratorio la retuvo en México, y como yo igual debía volver a la ciudad, decidimos iniciar una relación, regresar a Huautla para mi último periodo de trabajos y poner a prueba nuestra forma de vida. Aunque viajamos pocas veces, me ayudó mucho con los míos, así como en terapias para unos clientes y sanando la energía atorada por mi coraza. Sin embargo, fue una etapa conflictiva; desde aclarar todo con Mujer Arbolito y conservar su amistad, hasta en distancias culturales, choques de afinidades, tipo de proyectos y en especial, por el miedo al encontrar en ella un patrón depresivo mucho más profundo al de mi mamá.

Esa prueba de amor, nomás no la pasé. Dejamos la sierra para tomar distintos rumbos, y me fui a Mazunte a cerrar y ofrendar al mar, el año más intenso de trabajo en mi vida. Un día, la chica más hermosa en la playa apareció en la cafetería sin gente. Otro reto al objetivo de autoconfianza y seguridad de acercarme a quien me gusta, en vez de sólo esperar la sincronía de alguien a quien le guste. El ligue fue grandioso, nomás de media hora porque ya se iba del pueblo, pero suficiente para enamorarme unos meses y ver en ello la evidencia de haber roto mi coraza.

Tuve viajes muy rudos para lograrlo… que son otra historia. Pero una cosa es abrir el corazón, y otra, librarse de patrones o mecanismos de defensa. No hay urgencia en ello. Durante un año después de Huautla, dudé entre buscar nuevas experiencias como reto a mis barreras, o poner en práctica lo aprendido con quien ya conocía mis raros procesos. Volví con Mujer Sirena, y al remanso de otro largo periodo de amor liberado en entrega, pasión, progreso y compromiso.

En buena medida, yo fui en ellas tres un objeto de pruebas. En verdad hice poco por ligarlas, aunque, al fin de cuentas, siempre es la mujer quien elige. Admiro la magia revelada en la esencia de cada una, tanto como les agradezco la sincronía de llevarla a mi vida en el momento más necesitado. Lamento a consciencia el dolor que les causé, porque siempre quise procurarles lo contario, y asumo la prudencia de la distancia, sin ocultar el amor que siempre voy a ofrecerles.

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Curador editorial: Alex Ayala - Diseño y programación: Daniel Botvinik Dbcom - Ilustración: Alejandro Gutierrez "Choco"

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