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COMPAÑEROS Y ALIADOS

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Mi Maestra Aurora me llamaba “compañero” en sus rezos (Así, en español), al igual que a la gente cercana, parejas, familiares fallecidos o al espíritu dueño del cerro -Chikón tokosho-. En verdad me hizo revalorar el término en función de las personas que se aliaron a mi propósito, no porque tuvieran el mismo objetivo, sino por darme el sustento para resistir el arduo y solitario trabajo con el inconsciente.

Les llamo aliados desde la introducción a esta Temporada del blog, por cómo reflejaron mis procesos de auto descubrimiento, y también en otros posts sobre mis relaciones en la sierra mazateca. Esta sincronía incluye conflictos de comunicación, aprendizajes culturales, intercambios mágicos, encuentros emotivos y experiencias compartidas que me parece muy importante reconocer en mis textos.

En primer lugar, están las familias de mis Maestros con quienes guardo una linda amistad. De Aurora, su bis y tataranieta Magda y Ruth, quienes me ayudaron a traducir las pláticas, ceremonias e instrucciones de la sabia curandera. En la de Hugo cuento a varios hermanos, cuñadas, sobrinos y allegados que me convidaron a cada festejo del pueblo y horas de íntimas conversaciones tomando café.

Recuerdo muy en especial a Cata, la nana de Hugo. Una dulce mujer indígena de recio carácter que murió unos años después de mi estancia en Huautla, durante la cual se encargó de cocinarme todos los días; al mismo costo de una fonda en la ciudad, allá comíamos los dos. La prima Josefina, dueña de un hospedaje turístico, me contrató para hacer una de mis primeras ceremonias de honguitos con sus huéspedes; y también conocí al obispo, muy amigo de la familia, quien fue mi primer cliente en las terapias con imanes. En cierto sentido, puedo decir que los tres me dieron de comer.

Otros parientes, más jóvenes y de línea indirecta, me ayudaron en mi adaptación y el trabajo cotidiano. Job tenía un café internet, era un experto en sistemas, le dio servicio a mi compu y me pasó unos 10 gigas de música con las recopilaciones de “Los mejores 500 discos” del rock y del jazz. Napoleón es un pintor talentoso, compartimos algunas borracheras y me dio clases de mazateco a cambio de unas de inglés, que dejamos inconclusas cuando decidió entrarle a la política.

Aprendí de otras perspectivas de vida, por ejemplo, en amenas discusiones religiosas con el hermano cristiano de mi casera, bebiendo cerveza en desacato con su templo. También de “Victoria y Luis”, quienes tienen su propio post, por su impulso de sobrevivir sin tener hogar, pero sí una mente brillante. Sin embargo, esto último aplica mejor a cierta persona innombrable porque perteneció a un culto satánico; me dio clases de teorías conspirativas y temas de hechicería, nos echamos un viajecito juntos y quisiera poder contar más detalles de su vida sin arriesgar su petición de anonimato.

En lo emocional y con gran cariño, pienso como compañera en la Mujer Arbolito. De ella conté que limpió mi corazón con su magia de tierra, me rescató de mi soledad y fuimos aliados en nuestra labor de transformación a través de los honguitos. Aquí también ayudó alguien de su familia que cultivaba una cepa muy poderosa -Psilocybe baeocystis-, con la cual pude seguir viajando fuera de la temporada de lluvias; por eso mismo, les menciono con discreción.

En cambio, nombro sin problema a mis proveedores locales, porque no se les aplica igual el implacable chisme del pueblo. La principal era Flor, quien ofrece hospedaje y ceremonias a los viajeros, y casi siempre tiene Santitos disponibles en reventa. Sin embargo, prefería surtirme con Julia, que consigue enormes Derrumbes -Psilocybe caerulescens- recolectados por las niñas de su familia siguiendo la tradición, o con Carmelo, que visita los potreros de su comunidad donde abundan los San Isidros -Psilocybe cubensis-.

Merecen mención especial mis compañeros sutiles, los aliados no humanos en la sanación. Me refiero al espíritu en los “pequeños que brotan” -Ndi xitjo-, al que Carlos Castaneda también ubica como aliado; o al dueño del cerro y de la región mazateca -Chikón tokosho-, a quien pude percibir en esencia y disfrazado de serpiente. Por otro lado, otorgo ese mismo carácter vivo a dos herramientas de trabajo, mi compu y mis muvieris de plumas, a raíz de unos viajes muy profundos y por el puro gusto de mi pensamiento animista.

Como indica el término, mis compañeros compartieron el pan, la fiesta, sus artes y conocimientos, o incluso, se aliaron a mis objetivos para transformarme con su magia, su medicina y el poder de su espíritu. Por eso les menciono desde las introducciones de este blog, en alusión al periplo heroico; porque al salir en busca de aventuras y atravesar los umbrales a diversos desafíos, me acompañaron en guía y consuelo, revelando obstáculos internos para poder regresar a casa un poco más fortalecido.

Todas las personas recibimos apoyo en nuestros periplos, aunque no le demos semejante valor a su influencia ni nos parezca heroico el camino. Desde que empecé a escribir el blog, veo el propósito de trabajar mi inconsciente con los hongos, igual de importante al haber ido a echar desmadre en San Cristóbal. Allá comprendí el sustento que da un compañero de lucha, y en Huautla, la invaluable alianza con la tradición de mi M. Aurora para guiar mi vida.

El rezo de
Aurora

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Curador editorial: Alex Ayala - Diseño y programación: Daniel Botvinik Dbcom - Ilustración: Alejandro Gutierrez "Choco"

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