
VOLVER A SANCRIS



De vez en cuando, siento nostalgia por regresar a San Cristóbal y una deuda con visitar San Miguel de Allende. Quiero ir por el gusto de estar en sus calles y recordar buenos tiempos con amigos, en vez de seguir algún proceso tradicional o de cierre de ciclos personales. Sin embargo, los pretextos para no ir desde hace tanto ya no sólo reflejan desidia, sino falta de enfoque y mis formas de postergar acciones cotidianas.
Ya escribí un post sobre esa nostalgia por “Vivir en SanCris” en función de mis relaciones, procesos de vida y la magia del lugar que seduce o expulsa con sólo pasear sus calles. Y en otros, te cuento acerca de los viajes que siguen un compromiso con las tradiciones originarias, como mi refrendo anual del cargo de chinej -curandero- en Huautla, o con ciclos de trabajo personal, como fue mi peregrinación final al desierto y una anhelada visita al pueblo de Potrero.
Volver a un lugar querido mueve algo básico en el interior. Implica la aceptación de ver las cosas cambiadas y de un progreso propio al poder apreciarlas distinto; es rico enfrentarlo como turista, pero igual funciona el ejemplo de regresar a casa de los padres. La ida y la vuelta en el viaje heroico, que ocurre por migrar al extranjero o tras un día intenso de trabajo. Volver con parejas para probarse en nuevas etapas o retomar temas inconclusos; volver sobre las mismas ideas por convicción o en chaquetas mentales que bastan para otro post.
Volví a SanCris un mes de vacaciones tras dejar el desierto y luego, en lapsos de una década, con mis dos parejas de larga duración. La última vez me encontré con andadores turísticos y excelentes lugares de jazz, aunque hoy regresaría para buscar los sitios de mis memorias en sus barrios modernizados, con la intención de conocer comunidades cercanas o los caracoles del EZLN, y claro, de abrazar a las pocas amistades que aún siguen allá.
A SanMike volví más veces. La última fue para asistir a mi M. Hugo en una ceremonia de honguitos, visitar a mi compa Gabor y dar un breve paseo en el centro; también fue hace diez años, había calles cerradas al tránsito y algunos bares de jazz. Sin embargo, de ir ahora ya habré perdido la oportunidad de ver de nuevo a la gran banda de funk Pila Seca y a mi amiga Rosa, quien vivió allá durante un periodo reciente; aunque siguen estando Gabor, otro buen amigo y la primera de las ex parejas mencionadas.
Por aplazar visitarles, surgieron los pretextos y sentirme en deuda. No quise abrir con mi entonces pareja -la segunda-, recuerdos de esos buenos tiempos con amigos o relaciones anteriores; pero en realidad, me quedó un mal gusto del lugar por los precios en todo, la gentrificación gringa y cierto aire pretensioso en los servicios. A San Cristóbal no he vuelto por su lejanía y zonas en conflicto, hace unos meses se frustró un viaje con mi M. Mauricio y quizá, en el fondo traigo el pendiente de buscar a mi ahijado chamula.
Me interesa el tema de la procrastinación en términos de psicología, desde trabajarla en terapia hace unos quince años, hasta entenderla mejor en otros estudios. Ciertos aspectos podrían ser un patrón aprendido del entorno familiar, una condición habitual en las labores creativas o un reto a superar entre mis influencias astrológicas. Ya no postergo tantas cosas de manera crónica, pero aún me cuesta asumir su origen en un mal manejo emocional y no bajo el simple pretexto de la hueva.
Por ejemplo, hace mucho debo ajustar la graduación de mi primer par de anteojos y no hacerlo tiene sentido con mi falta de enfoque durante este periodo. Suelo posponer trámites, compras, médicos, lecturas y reparaciones latosas; generalmente por indeciso o evasión, ya que evito dejar cosas al último minuto. Asumo tener un carácter distraído a causa de un alto nivel de energía, pero aún me cuesta soltar hábitos afines como el perfeccionismo o claro, la pachequez.
Ahí tengo otra deuda propia por aplazar un ejercicio de abstinencia radical (mota, tabaco, café, tele y CandyCrush); ya lo contaré en un post, porque nomás no he tenido la fortaleza de intentarlo. Aunque mis pretextos para postergar suelen parecer prácticos, ocultan situaciones que me cuesta trabajo enfrentar; ya sea el temor incierto de que un trámite o diagnóstico se complique de la nada, así como la nostalgia de volver a lugares y gente por algún tema inconcluso.
Al menos logré terminar este post días antes de su publicación, y aunque no me mueve a visitar pronto SanCris ni SanMike, dejarlo por escrito sirve de pretexto para ir a cambiar mis lentes.




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